25 setiembre 2011

EL MITO DE LA LLUVIA

Por: Oscar Leon Condori Apaza
En los tiempos de sequía, los nativos aimaras del valle de Jacantaya sufrieron penurias, la tierra no producía, los ríos y manantiales estaban secos, los habitantes del lugar empezaron a lotear los cerros por las raíces de algunos pastos y plantas silvestres comestibles; en las orillas del lago eran codiciados la raíz tierna de la totora, el llachu y otras plantas acuáticas. Los roedores, lagartijas, y los peces del lago constituyeron el alimento básico de sobrevivencia.

Los mallcus (autoridades) y los yatiris (sabios) se juntaron para hacer el pago a la tierra, invocaron a la tierra, al cielo y a los dioses para que cese el castigo, mientras que los niños y las mujeres subieron a los cerros que rodean a Jacantaya; especialmente a Tanpuchaca, Queñalati, Paruparu, Chunchupajta, y a los cerros de Lequesani, Talajira y Pojena, para llorar gritando ¡hay vakaaale! (estoy llorando),  que mal te hemos hecho, perdónanos y haz caer agua del cielo.

Lloraron con desesperación y mucha fe, hasta que los cielos se abrieron y aparecieron las nubes y las primeras gotas de lluvia, Los niños seguían llorando y la lluvia seguía aumentando más y más. Llovió intensamente por varias semanas, se formaron los ríos y los barrancos de llachisa, cairani, patapata, jalsu cuyo y las cochas de Huayrapampa y Jihuañcucho.

Desde entonces se recomienda no hacer llorar a los niños huérfanos y menesterosos por temor a la lluvia y los castigos con inundaciones y huaycos. A las madres jóvenes se les recuerda no hacer llorar a sus bebés en las pampas, en las punas y lugares elevados al pastorear o labrar la tierra, porque existe la creencia de que el llanto de los niños atrae la lluvia.

13 setiembre 2011

La mariposa Rafael

Por: Oscar Leon Condori Apaza
En la zona lago de Jacantaya, los hombres vivían en armonía con la naturaleza, hasta que la tierra dejó de producir, el lago Titicaca empezó a secarse, los hombres empezaron a migrar hacia la selva y otros lugares para conseguir el sustento para sus familias.

En esa época de hambruna y sequía, había un joven que se marchó muy lejos de su casa dejando a su mujer y sus pequeños hijos. La mujer al verse desamparada empezó a hilar y tejer por las noches a la luz de un mechero con sebo de llama, y todas las noches venía una mariposa pequeña que revoloteaba alrededor del mechero tratando de apagarlo, la mujer se divertía tratando de alejarla y le decía a sus hijos que este se burlaba y jugaba con ella.

Se acostumbraron con la mariposita de color manteca y le pusieron el sobrenombre de Rafael. Pasaron los años, hasta que un día retornó el Joven a su casa y al no encontrar a su esposa preguntó a sus hijos a donde se ha ido su madre y qué hacia todos los días en la casa. Los niños en su inocencia respondieron que siempre les deja en la casa y que todas las noches juega con el Rafael hasta el cansancio.

Lleno de ira por la traición de su mujer, lo busca y lo asesina sin compasión. Después de haber sepultado el cadáver de su mujer, al llegar la oscuridad, prendieron el mechero y la mariposita apareció con su acostumbrada visita nocturna, el menor de sus hijitos le dijo papito ahí está el Rafael, ha venido a jugar con mi mamá. Entonces, recién se dio cuenta de lo que había hecho.

Por eso los abuelos recomiendan que a los niños y niñas se tenga que enseñarles bien y preguntarles dos o tres veces, para evitar equivocaciones en la convivencia cotidiana dentro de la familia y la comunidad.

El kharisiri y los perros

Por: Oscar Leon Condori Apaza
En una cabaña de Jacantaya vivía una mujer solitaria con sus dos enormes perros que tenían el nombre de Tomai Kharisa y Huaihuai Kharisa, nadie se le acercaba por temor al ataque de sus perros que acostumbraban alejar a los intrusos hasta quitarles la vida.

Cierta noche, cuando el cielo y la tierra se encuentran para producir la oscuridad total se presentó el Kharisiri (hombre misterioso degollador que saca el sebo de las personas), los perros se habían alejado del lugar y la mujer estaba indefensa, y al verse sola a merced del endemoniado personaje le dijo: ya sé que voy a morir, pero antes quisiera despedirme de esta vida bailando y cantando una canción de mi pueblo.

El kharisiri al verla tan hermosa no la hizo dormir como lo hacía con sus víctimas, aceptó la petición como el último deseo para degollarla. Entonces la mujer empezó a bailar cantando a gritos: ¡Huaihuai Kharisa! ¡Tomai Kharisaaaaaá, Tomai Kharisa! Huaihuai Kharisaaaaaá!...

Los perros al escuchar la voz de su ama acudieron velozmente, y viendo al extraño se lanzaron sobre él, quien a duras penas logró huir del lugar aprovechando la oscuridad. Huaihuai Kharisa y Tomai Kharisa emprendieron la persecución hasta acabar con el kharisiri.

Cuentan que el kharisiri no murió del feroz ataque de los dos perros, para salvarse se habría convertido en piedra o icho, por eso los perros olfatean las piedras y los ichos marcándolos con su orina.

10 setiembre 2011

El mito de los manantiales

Por: Oscar Leon Condori Apaza
Los hombres y las mujeres de Jacantaya vivían en los cerros de Queñalati y Paruparu, por temor a que el dios Viracocha se los lleve al fondo del lago Titicaca o los toros del lago se los coman vivos. Al transcurrir el tiempo se olvidaron de sus temores y bajaron poco a poco hacia las pampas, se volvieron pescadores, labradores y pastores. A inicios del siglo XX la tierra empieza a secarse por falta de lluvias, el nivel de agua del lago Titicaca baja rápidamente y en las pampas de Umuche se producen pequeños remolinos como si el agua se perdiera hacia el fondo del lago, se producen derrumbes en las orillas, escasean los alimentos, y los seres vivos estaban condenados a morir de sed y hambre.


En esta época, Valentina Mamani era una niña creyente en el Dios de los cielos, acostumbraba pastar sus ovejas en las alturas de Tampuchaca, juntaba raíces y huevecillos de las hormigas para alimentarse, cuidaba y recogía los sancayos para alimentar a sus hermanos. Cierto día, casi en la sima de Tampuchaca se recostó sobre una piedra plana y de pronto escuchó el correr de las aguas de un rio debajo de la piedra, levantó a duras penas la piedra y con sorpresa vio un canal de agua con paredes construidas de pura piedra, por donde corría agua cristalina en medio de los llachus y plantas acuáticas, sintió alegría por el magnífico hallazgo tomó un poco de agua, lo volvió a tapar con la misma piedra y encima lo cubrió con los ichus. Al día siguiente los habitantes de Jacantaya se dirigieron desde muy temprano hacia las alturas de tampuchaca, buscaron el lugar y no encontraron nada. Desde entonces, se habla del canal de agua perdido en las montañas que pasa por Viracochani, y que fue construida por el dios Viracocha para preservar la vida de los habitantes en Jacantaya que significa vivirás. El agua que fluye por este canal es del lago Titicaca, viene desde las pampas de Umuchi hasta las pampas de Tintilisa en Jipata, pasando por los cerros de Jisca Jaa, alturas de Tacasani, Tampuchaca, Viracochani, Sayhua Cunka, Queñalati, Pojena y Tintilisa. Este canal es la fuente de agua que sale por los manantiales de Tacasani, Canta Canta, Vilacacani, Pata Pata, Huancarani, Jaquepujo, Quiñaputo, Jalsu Cuyo, Llucho Uyo, Ollaraya, Millisani, Pojena y otros ojos de agua que rodean al valle de Jacantaya.

A mediados del siglo XX en la década de los cincuenta este canal de agua vuelve a reaparecer, cuando el niño Orlando Suca acompaña a su abuela a labrar la tierra en Tacasani, y al levantar una piedra plana ve el canal de agua limpia que corre hacia las alturas de Tanpuchaca. De esta hecho, se sabe muy poco por la prohibición de su abuela en no tocar ni hablar por temor al castigo de los viracochas y los espíritus de los incas, quienes hacen desaparecer y los llevan al otro mundo a los que intentan destaparlo o encontrar el canal de agua que corre por los cerros de Jacantaya. La existencia de este canal de agua es un misterio, es la fuente de vida para los habitantes del lugar. Los abuelos y los yatiris (sabios) aconsejan no buscar ni desenterrar el canal de agua por temor a que los espíritus de los Viracochas se los lleven a un lugar sin retorno. Lo cierto es que los manantiales son fuente de vida, y en la actualidad son fuentes de agua potable para el centro poblado y los sectores habitables de Jacantaya.