02 noviembre 2010

Valentina y sus hermanos

Por: Oscar Leon Condori Apaza

Jacantaya Moho Puno Perú

En los primeros años del siglo XX, en la bahía de Jacantaya a orillas del lago sagrado de los Incas, Valentina y sus hermanos vivían en una choza cerca de un manantial llamado Jalso Cuyo, todos los días antes del alba salían a recoger leña hacia las montañas más altas. Cierto día se le ocurrió ir a un lugar con deformaciones misteriosas en forma de torreones cerca del cerro Tampuchaca, recogieron bastante leña y a la salida del sol ya estaban de regreso, descansaron un momento cerca de un barranco llamado Viracochani (lugar donde vive el caballero o Viracocha).

Jacantaya Viracochani
Antonio, el mayor de los hermanos, sabiendo que existe la leyenda del misterioso lugar, y viendo una piedra plana incrustada a unos metros de altura al pie del barranco, tocó suavemente como si fuera una puerta, pronunciando las palabras: ¡Caballerooo! ¡Levántate! ¡Abre tu puerta! ¡Ya es hora! Antonio solo quería burlarse y asustar a sus dos hermanos, pero de pronto se escuchó una voz poderosa que decía, ¡Quién me molesta a estas horas! ¡Quién! La piedra como por arte de magia empezó a moverse, en el barranco se abrió una biblioteca de oro, con una puerta de entrada a una ciudad muy hermosa; sintieron unos pasos que hacía temblar el lugar, parecía que arrastraba cadenas de plata haciendo sonar chirridos horripilantes. Valentina tenía erizados sus cabellos, parecían electrizados, les salían rayitos de luz por toda la cabeza como el reventar de los cohetillos, sus hermanos se quedaron mudos y paralizados por la misteriosa aparición, no podían hablar ni gritar, el ambiente olía a dinamita y azufre, estaban muy aterrorizados.

¡Estamos encantados! gritó desesperadamente la hermana menor de Antonio y Luis, reaccionaron de milagro y a duras penas lograron salir del lugar, corrieron cuesta abajo sin mirar hacia atrás, corrían de andén en andén, sobre piedras, espinas y los ichos, parecían enloquecidos por el miedo, sentían que los demonios les perseguían y se los querían llevar. Valentina en su desesperación oraba y oraba a Dios mientras corría detrás de sus hermanos. No saben por donde ni como llegaron hasta su casa, cerraron con aldabas las puertas y se escondieron temblorosos debajo de sus camas; sintieron mas miedo cuando alguien empujó la puerta, pero se tranquilizaron al oír la voz de su padre que los llamaba.
Jacantaya Casa de Valentina y sus hermanos

Lo que les había sucedido nunca fue contado, por temor a ser castigados públicamente, porque los antiguos pobladores de Jacantaya respetaban a ciertas lugares y horas de encanto.